Pirómana
Esa costumbre
horrible de jugar con fuego, arder y ser cenizas luego.
Me lo quiero explicar,
pero no lo consigo, me detengo a pensarlo tan pocas veces que en el viaje me
derrite la imprudencia y la impuntualidad, mañas horribles que tengo y que no
te sé descifrar.
Me abstengo de
reconocerme como un ser humano que solo funciona románticamente para conducir a
las personas a su felicidad, se escucha muy bonito, pero tómalo amargamente,
soy el camino, pero no el hogar.
Soy valiente y sé que te vas a ir, mi lado poético
solo dice, esta vez ¿Cuánta tinta vas a derramar?
Observo lentamente y sufro, porque no he
sido capaz de quedarme donde ya no me quieren, aunque me duela y mis entrañas
se desgarren y mi cabeza no deje de dar vueltas al contexto, mi alma grita
auxilio y yo solo soy adicta a jugar con fuego, dejé los cerillos y los
encendedores cuando era pequeña, es peligroso decían… nadie me advirtió de las
personas, esas que te queman por dentro y no se detienen hasta ver las cenizas
y soplar.
Veo a la masoquista observando cómo le
incendian, no dice ni una sola palabra, se sienta a ver el espectáculo,
mientras mi alma se horroriza.
No sé en qué puto momento me volví adicta al
dolor, es como si reconociera el peligro a lo lejos y mi ego me susurrara al oído
“¿¡cómo mierdas no vas a poder!?” y voy de bruces, tropiezo y veo como me abandonan
en el caos, no tengo a quién culpar… después de todo soy yo quien ve fuego y
quiere arder.
Comentarios
Publicar un comentario