Habitación 24.

 


Normalmente iniciaría con un cigarro esta historia; un buen polvo y un cigarro.

La genialidad de hacer el amor no debería ser descrita en mi libreta, pero para una mujer como yo, es un insulto no hacerlo.

Soy mujer de poca fe, pero creo en el poder de un buen polvo, de iniciar con besos intensos y terminar con las piernas sin fuerza.

Yo veo a esa mujer y se me derrite el alma.

Tuve un momento con ella en la habitación de un hotel lejano. Su frase para convencerme de todo fue simple, “Hazme el amor como si me amaras”.

No me niego al placer, en este punto de mi vida, el sexo es algo que me permito.

La tomé del cabello con suavidad, mordisqueé su lóbulo, le susurré alguna vulgaridad sutil y seguí por su cuello, con mis dedos leí sus labios y la finura de su rostro; cuando sus labios comenzaron el baile con los míos, la humedad se hizo presente, un juego sutil, intenso e imparable.

Mis manos se encontraban bailando al compás de su cuerpo, saboreé su piel como quién prueba éxtasis por primera vez, mi alma salió a observar el espectáculo de nuestra danza.

Imagina el resto, cómo sus manos se fundían con las mías, cómo sus gemidos se instalaron en mi oído y abrían paso a mi calor; jamás me había sentido devorada con tanto gusto, lo que sea que tengan esos muslos... da igual, porque los tuve entre mis dientes y me descubrí hambrienta de quien hace una hora era la chica en la barra, la morena, el misterio.

Esto es ceder, esto es rendirse, ojalá fuera siempre.

Agradezco la violencia con la que sus caderas arrebataron mi cordura, agradezco esos ojos suplicantes y el fuego que desataron.

¿La decisión final? ¡Huir! De una mujer así no se vuelve.

Mala 🖤



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